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miércoles, 12 de mayo de 2010

Tomás López Ramírez


JUEGO DE LAS REVELACIONES

Tomás López Ramírez, con una prosa límpida y llena de hallazgos estilísticos, es la principal figura de la cuentística puertorriqueña de la década del setenta. Además de sus obras cuentísticas, López Ramírez ha publicado dos novelas Juego de las revelaciones (1976) y Paraje de tránsito (1999)[1]. En ambas obras ha demostrado su dominio de la lengua y del arte de narrar. Su prosa, poética en felices momentos, no deja de buscar lo puertorriqueño a través de la realidad, el sentido histórico y la historicidad de la materia narrada.

López Ramírez es un novelista sintético: esta primera novela se puede enmarcar dentro de los nouvelle o nívolas, si nos limitamos a la extensión del corpus narrativo. En Juego de las revelaciones la fijación de historias se revela frente a los personajes y al lector. Son historias maravillosas, unas veces; otras, sórdidas, y finalmente, narraciones que ponen en función los escenarios y los personajes que hacen la historia en Puerto Rico.

En Juego de las revelaciones funciona como un mosaico caracterizado por el gentío, las voces superpuestas y las historias fragmentadas con las que el autor busca la memoria y fija una historia reciente. El sentido de gentío sirve como metáfora de una nación dividida, fragmentada como la obra misma. De ahí que el texto pueda ser leído como historicidad: Puerto Rico y sus personajes, como actores del gran drama nacional. Al inicio el gentío aparece en una guagua de pasajeros (pisicorre). Las distintas voces manifiestan el caos y la imposibilidad de orden. El auto se dirige a San Juan donde “parece que está por repetirse lo del cincuenta, hace ya tres años”. (9)

En boca del chofer, “gordo con sombrero de panamá”, se marca la historia, se establece una huella del pasado donde el presente lo plagia: el presente podría repetirse. Ese sentido de lo histórico aparece varias veces en el texto. Se cuenta la Historia y se cuentan historias. Ficción y verdad juegan sus propias revelaciones, para que podamos apreciar, entender, la ideología.

El apresamiento de Pedro Albizu Campos es un acontecimiento histórico. El viejo Eusebio funciona como personaje que le da valor al presente, un valor de permanencia en la memoria: “Usted ha sido testigo de la historia, –dijo– de una historia que termina aquí” (20) El discurso narrativo no solamente valora y designa lo que es histórico sino que establece el fin de un relato histórico. Y llega más lejos. Ceferino ha sido testigo, tiene el poder del cronista: certificaría que la historia es real porque la han vivido. Los acontecimientos han sido parte de su presente, y algo más significativo, es que Ceferino está condenado a vivir otra historia, la que vendrá y la que no querrá testificar. De ahí que Eusebio le pasa a Ceferino la posibilidad de vivir otra historia, una historia empírica que pertenece a los sujetos.


[1]López Ramírez, Tomás. Juegos de las Revelaciones. México: Extemporáneos, 1976. [Primera edición puertorriqueña: Editorial Cultura, 2003]. Paraje de tránsito. Río Piedras: Plaza Mayor, 1999. Véase Áurea María Sotomayor, op. cit.

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